lunes, 9 de noviembre de 2015

Reflexiones de cuentos




El paquete de galletas


Había una vez una señora que debía viajar en tren. Cuando la señora llegó a la estación, le informaron de que su tren se retrasaría aproximadamente una hora. Un poco fastidiada, se compró una revista, un paquete de galletas y una botella de agua. Buscó un banco en el andén central y se sentó, preparada para la espera. Mientras ojeaba la revista, un joven se sentó a su lado y comenzó a leer un diario.
De pronto, sin decir una sola palabra, estiró la mano, tomó el paquete de galletas, lo abrió y comenzó a comer. La señora se molestó un poco; no quería ser grosera pero tampoco hacer de cuenta que nada había pasado. Así que, con un gesto exagerado, tomó el paquete, sacó una galleta y se la comió mirando fijamente al joven. Como respuesta, el joven tomó otra galleta y, mirando a la señora a los ojos y sonriendo, se la llevó a la boca. Ya enojada, ella cogió otra galleta y, con ostensibles señales de fastidio, se la comió mirándolo fijamente.
El diálogo de miradas y sonrisas continuó entre galleta y galleta. La señora estaba cada vez más irritada, y el muchacho cada vez más sonriente. Finalmente, ella se dio cuenta de que sólo quedaba una galleta, y pensó: “No podrá ser tan caradura” mientras miraba alternativamente al joven y al paquete. Con mucha calma el joven alargó la mano, tomó la galleta y la partió en dos. Con un gesto amable, le ofreció la mitad a su compañera de banco. -¡Gracias! -dijo ella tomando con rudeza el trozo de galleta. -De nada -contestó el joven sonriendo, mientras comía su mitad. Entonces el tren anunció su partida. La señora se levantó furiosa del banco y subió a su vagón.
Desde la ventanilla, vio al muchacho todavía sentado en el andén y pensó: “¡Qué insolente y mal educado! ¡Qué será de nuestro mundo!” De pronto sintió la boca reseca por el disgusto. Abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedó estupefacta cuando encontró allí su paquete de galletas intacto.

Reflexión:

En muchas ocasiones, tendemos a prejuzgar, emitiendo un juicio apresurado y elaborando una opinión de una situación o de alguien, sin tener los suficientes elementos previos que argumenten dicho concepto.
Esta actitud negativa, es algo que solemos realizar de forma inconsciente, al no tomarnos el tiempo necesario para evaluar, analizar y reflexionar la situación ocurrida, dejándonos llevar por la primera impresión. Estas impresiones hacen que evaluemos las situaciones y las personas de forma apresurada, valorando de forma equivocada, cometiendo así graves equivocaciones.
Son situaciones que nos crean desconfianza, encasillando ideas en conceptos completamente alejados de la realidad, haciendo que nos preocupemos o molestemos por situaciones que no son reales o que nunca pasarán y atormentándonos con problemas que podrían haberse solucionado con el simple hecho de analizar mejor la situación y todo lo que nos rodeaba.




                                                   EL ÁGUILA QUE NO PODÍA VOLAR         

Había una vez un Rey de una importante comarca que se sentía muy decepcionado porque el sultán de la comarca vecina le había regalado una hermosa águila y a pesar de todo el poder que tenía el rey, no podía lograr que la hermosa ave pudiera volar.
Ya había probado casi todo, la había criado con mucho esmero y cuidado para que no le faltara nada, su alimentación fue de lo mejor y estaba siempre al abrigo por las noches de toda tempestad. En verdad era la envidia de todas las aves de rapiña que había en palacio. A ella siempre se la veía esplendida descansando sobre una rama.
Día y noche en el mismo lugar. A pesar de todo, ésta hermosa águila crecida desde pequeña no podía volar. El rey llamó a los mejores adiestradores que con singulares pruebas hacían lo imposible para que el águila volara. Una y otra vez todo intento siempre terminaba en frustración.
Y así día tras día fueron pasando los adiestradores, y las esperanzas del rey comenzaron a decaer. Un día, cansado ya de contratar a los mejores adiestradores sin obtener ningún resultado, hizo un anuncio a todo el pueblo ofreciendo una recompensa a aquel que pudiera hacer que su magnífica ave volara.
A la mañana siguiente se levantó y cuál habrá sido su sorpresa al encontrar que su flamante águila finalmente estaba volando. Intrigado, quiso saber quién había sido el autor de semejante milagro. Así que hizo traer a la persona que había logrado lo que ni los mejores adiestradores habían podido.
Cuando llegó esta persona, el rey quedó por un momento sorprendido ya que era un simple campesino, que no parecía tener nada de extraordinario. Intrigado, el rey le preguntó cómo había hecho para lograr que su águila volara, a lo que el campesino le respondió: Yo simplemente le corté la rama.

REFLEXIÓN:

En muchas ocasiones, a lo largo de la vida vivimos todo tipo de situaciones e independientemente de si éstas son positivas o negativas, alegres o tristes, tendemos a aferrarnos a ellas. No siendo sólo situaciones sino también pueden ser personas, cosas, momentos... Y todo esto, nos hace sufrir y no nos deja avanzar, dado que actuar así, es un error, porque de esta manera estamos anclados en el pasado.
Debemos de aceptar que, nos guste o no, nada es permanente en la vida ni dura para siempre, todo cambia y siempre tenemos dos opciones que tomar: dejarnos llevar y fluir con los cambios o quedar atrapados y aferrados en relaciones, momentos, sentimientos… que nos impiden seguir avanzando y disfrutar de la vida porque en todo momento las estamos recordando, pensando lo buenas que eran… y por lo tanto, no disfrutamos de lo que estamos viviendo en el presente y que sólo va a ocurrir en ese mismo instante en el que lo vives.
Todo principio tiene su final, y debemos aprender a disfrutar de lo positivo y placentero que tenemos en este momento, sin aferrarnos al pasado, dejándonos llevar por las diferentes circunstancias que nos rodean y soltarnos de esa rama a la que estamos aferrados y no nos deja volar. Así como también, del mismo modo, soltar aquellas situaciones, personas o recuerdos que nos han generado dolor y dejarlas en el pasado para así emprender el vuelo.



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